Recibid, Dios misericordioso, a aquel a quien lloramos,
haced brillar sobre él vuestra luz, dadle vuestra paz, santificadnos a nosotros
de modo que podamos reunirnos un día al que tanto hemos querido y a vos, Dios mío
a quien debemos amar sobre todas las cosas. No ha muerto aquel a quien sentimos
tan vivamente en nuestro corazón por el recuerdo de sus virtudes y por la
seguridad que abrigamos de que su recompensa será eterna.
San Agustín
Padre Nuestro y Ave María
No hay comentarios:
Publicar un comentario